El Perú está saliendo de un ciclo económico complicado que, por distintas razones, nos hundió hasta la recesión. El impulso que hoy nos hace avanzar, poco a poco, proviene del sector privado y de un entorno internacional muy favorable al precio del cobre.
Por el lado de las empresas, se aprecia que las que más aportan al PBI han trazado escenarios predecibles para el tramo 2025-2026, lo cual les brinda cierta tranquilidad para ejecutar algunas inversiones, con un esperado mayor dinamismo en 2025 que en un año electoral. (Siempre digo que de las malas experiencias se aprende mucho, y estoy seguro que el episodio Pedro Castillo ha dejado lecciones claras a la mayoría).
¿Y qué hay del sector público? Muy poco, pero ese “muy poco”, comparado con lo sufrido durante la pesadilla Castillo, puede convertirse en una interesante dosis de empuje que, correctamente estratificada en un plan de comunicación gubernamental, puede convertirse en esa voz que restituya algo de la confianza perdida, pero que hoy es oro en polvo.
¿Por qué son importantes los mensajes y las señales de nuestras autoridades? La economía es muy sensible. Si una empresa o inversionista no percibe un horizonte claro para los próximos años, simplemente no esperará estar mal el 2025 ó 2026 para recortar gastos; lo hará hoy mismo, para preveer: Restringirá gastos e inversiones de todo tipo, entre ellos los referidos a productos o servicios, desarrollo e innovación, incremento de sueldos y contratación de personal. Y eso se convierte en menos puestos de trabajo formales y de calidad.
En cierta medida, es una ventaja que en el Perú las empresas tengan más o menos claro cuál será el escenario 2025-2026, y esa predictibilidad debería reforzarse desde el Ejecutivo con mensajes importantes sobre algunos fundamentos de nuestra economía que se mantienen muy sólidos, como la estabilidad monetaria y el control de la inflación.
Igualmente, hay hitos venideros muy importantes como la inauguración del megapuerto de Chancay y la puesta en operaciones del nuevo aeropuerto de Lima, que obligan a la ejecución de otras obras públicas en infraestructura como carreteras, líneas de metro y servicios públicos, que deben ser anunciadas y detalladas con mucha claridad. En el frente minero, que es el motor actual de nuestro crecimiento, se debe poner énfasis en explicar los beneficios de Tía María y el destrabe otros millonarios proyectos que, según expertos, podrían reducir la pobreza en dos puntos o más.
No menos importante es la obligación del Gobierno de dar señales firmes ante la desbordante inseguridad ciudadana y la corrupción en el poder, la desesperante ineficiencia de Petroperú y el copamiento político de entidades públicas y organismos reguladores, estos últimos otrora estandartes de la especialización y la meritocracia.
Hay mucho por hacer y es indispensable darlo a conocer para que el mundo recuerde que seguimos siendo un gran país, con varias tareas pendiente sí, pero todas ellas dentro de una agenda de trabajo muy clara para el próximos decenio, que será el faro que todo buen puerto necesita.